Les vergues
por Eduardo Ferreres Castell.
Ceremonia religiosa, antiquísima por el contenido que ello supone y rescatada hace unos pocos años por la "colla de amics de Vicente Querol y José Ferreres".
Esta procesión forma parte de mis recuerdos de niño, cuando mi abuelo don Manuel Ferreres asumía todos los años, él solito, gratis claro, la responsabilidad de que se celebrara esta procesión de les VERGUES o Judíos, así fue, con su fallecimiento, todo el recuerdo de los que convivimos en aquellos años 60, paso a la historia, como tantísimas cosas.
Quiero apuntar y que quede constancia en las formas en su origen, distintas un poco a las actuales.
Los portadores de les VERGUES mostraban la cara "enfarinà", capas largas como ahora pero, no tan tupidas, soportaban la ira de los gamberros del pueblo cuando depositaban sobre esas majestuosas colas, las piedras que sin remedio aparecían en aquellas calles pedregosas de la época. Si, cierto, más de un fariseo de gracia satánica, recibió un buen latigazo del reo penitente,... uyuyuyyyyy.
Antiguamente les Vergues se hacían de sarmientos de viña borde que mi abuelo criaba con cariño para que fuesen largas y robustas. Como siempre, con un mal año, acabo sustituyendo con una palma despojada de sus hojas.
Se llamaba también de los "Judíos" porque en los callejones de la calle Morella, Horno viejo y Bonaire, se situaban unos personajes con capa y sombrero de copa del siglo XIX, tapándose la cara para no ser reconocidos. Era vestimenta de rico, judío, prestamista, que al paso de la procesión, escupían como despreciando la simbología cristiana.
No encontramos nada sobre les Vergues en los anales de nuestra historia, estamos en manos de la leyenda. Dentro de lo provalístico... la procesión más antigua que se conoce, participación judía e itinerario por el cruce con el call judío, nos traslada al siglo XIV.
Solo podemos deducir que está procesión al pasar por la calle Morella, desde la curiosidad de los judíos del call en observarla, no podían hacer otra cosa que a su paso, escupir.
Magnífico el trabajo interpretativo de la instrumentalización de viento, de la banda de música, dirigido por Raul Cabanes, conjuntado con el grupo de aficionados coralisticos, bajos, de hermosa solemnidad, forman un conjunto de joya histórica sin precedente alguno.
Don Joaquín, hijo de "lo catedrátic", según él, tenía una composición musical antiquísima, tenía por nombre "Les Vestes". Le pregunté, tenía unos 12 años, ¿Que significa Vestes? Y me responde... en Sant Mateu los penitentes, llevaban vestidos negros con cola de 2 a 3 metros, eso son Vestes; para mí, sorpresa total, ya que no aparecían en nuestras procesiones en aquella época penitentes así, como años más tarde que tomaron el modelo "andalusí", capirotes y túnicas sin cola.
A los pocos años, quede sorprendido al ver una procesión de Semana Santa en Sagunto en donde todos usaban Vestes, allí el río seguía fluyendo sin interrupción alguna.
Poco a poco, las cosas se pierden, las ignorancias cultivadas en nuestros cerebelos acaban por no ser capaces de llegar a la meta con nuestras mejores virtudes... nuestra historia.
Hemos perdido valor a las cosas, pasamos de todo, nos hemos convertido en folclóricos de pandereta, solo damos valor a la paja.
Transformamos nuestras tradiciones en satisfacciones de nuestros egos, perdiendo categoría de grandeza.
Todos los actos más solemnes que aparecen en nuestro hábitat sanmatevano, nuestra bandera, el encuentro, como esta mañana, exposición del Santísimo; las leyes y protocolos del Estado, máximo poder, autorizan mediante protocolo, el acompañamiento de estos actos religiosos tan solemnes con la interpretación del Himno nacional.
Los gobiernos de turno, ante la politización de las costumbres, deja claro y aconseja se proceda como de costumbre, ni quita, ni pone. Es curioso que los que se meten con estos "fregaos", suelen ser ateos y solo acuden a las procesiones y otros actos de las banderas, para su notoriedad.
Tan antiguo nuestro himno, que data de la época de Felipe II y Carlos V, por eso no tiene letra, es de los más antiguos del mundo, igual que nuestra bandera, del siglo XVIII, en el reinado de Carlos III, privilegio que con respeto y con orgullo, ejecutábamos todos pues, nobleza nos obliga.
¿Qué daño se hace?, Ninguno pero, queriendo pasar a la historia con estos despropósitos egocéntrico de suprimir lo que a uno no le guste, acaba uno malparado con el tiempo. La tradición lo es, en el respeto a su todo.
¡¡Bah, romansos!!, dicen, pues eso.
Decía un filósofo famoso: "no perdáis el tiempo queriendo cambiar la historia, la historia es eso... historia".
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