La fiesta pagana del solsticio de verano
Por Eduardo Ferreres Castell
Desde que los terrícolas habitamos en este perfecto o imperfecto mundo, no damos tregua a mostrarnos recelosos en busca de sus misterios.
Hace miles de años, las personas éramos expertos en visualizar nuestro firmamento, sol, luna, estrellas, constelaciones, eran... nuestros dioses.
Dedicábamos espacio al dios Sol que nos mostraba calor, vida para nuestro entorno.
Fuimos generosos celebrando su punto más cercano a nuestro mundo con fiestas y actos de reconocimiento.
Aprendimos que el fuego es purificador, desterramos las energías negativas que acumulamos en el transcurso del año.
Llegaban los días en que el calor se imponía para quedarse y había que renovar, quemar lo negativo, los malos pensamientos, las malas actitudes, pasábamos al nacimiento de una nueva forma de entender la vida, limpia de impurezas y de "malos rollos".
Hay que dar carpetazo a todos los males, olvidarse de ellos, mostrar inteligencia; como los budistas que, solo conocen el imperio del amor, generosidad, templanza, sabiduría, blindarse en un mundo positivo.
Buda predicaba que la salvación estaba dentro de uno mismo.
Verdad verdadera.
La Iglesia católica no pudo someter a los seres humanos en esta actitud natural pagana de encender hogueras en el solsticio del verano, invocando a los dioses... se unió a ello.
Asignó para esas fechas la festividad de San Juan Bautista y lo justificó alegando que el padre de San Juan, Zacarías, encendió una hoguera para anunciar la llegada de su hijo.
Zacarías es citado en el Corán como muchos otros personajes del judaísmo y cristianismo así como, San Juan Bautista, fuente de inspiración divina, bebieron de él, Jesucristo y Mahoma.
Los restos de San Juan Bautista, están enterrados en la Mezquita de Nabi Yahya (en árabe: جامع النبي يحيى -Ŷama'a Nabi Yahya-, literalmente, "Mezquita del Profeta Juan"), en Sebastia-Palestina.
Eran otros tiempos en que todos compartían lo mejor para un mundo mejor.
Esta noche de San Juan, se echan al fuego los egos, malos pensamientos, envidias, grandezas, razones, todo lo que representa el imperio de los ángeles caídos... satán.
No tardará el Arcángel Miguel en poner... orden.
Cuidadín en no quemarse saltando la hoguera.
No sería la primera vez que: recuerdo por los años 50 de, cómo competíamos en valentía, atrevernos a saltar las numerosas hogueras que se encendían en todas las calles de la villa y más de uno, bueno, formaba parte del cultivo del ego.
También recuerdo el concurso de la "fiesta dels morets" que consistía en, si eras capaz de pintar la cara a una joven con una pincelada de "blavet".
Los futuros machos del pueblo, andaban a la caza de jóvenes doncellas para someterlas a la humillación, ¡buenas eran las sanmatevanas para dejarse coger!.
Claro, siempre solía caer alguna pero... con trampa. La pobre había ido con un cántaro a la fuente y ya le esperaban sus amigos detrás de los pilares del porche.
Escena como:
¡mareeee... mam pintat la caraaaaa!.
¿Qui a segut filla?
Lo fill de Pere Bufa.
¡vamos!, ya l'apañaré yo, que sa cregut, pintá la cara a la meua filla.
Al final, siempre ganaban las jóvenes señoritas porque hacían correr a los imberbes como nunca lo hacían.
Oiga y la pintura en las manos de los aspirantes pintores, ¿no se secaba?... "non problem", escupitajo de cojón en la mano, centrifugado y, a funcionar.
Gajes del oficio en un mundo rural, cargado de tradiciones ancestrales.
Buen verano.
© Copyright E.F.C. - 2024